Se cumplen mañana dos años desde la sanción de la Ley Nº 27.642 de Promoción de Alimentación Saludable, conocida como de Etiquetado Frontal. Y si bien el 23 de marzo de 2022 se publicó el decreto reglamentario, su implementación se prorrogó hasta agosto de ese año para ir incorporando por etapas el sello que indica que un producto puede contener exceso de azúcar, sodio, grasas trans y demás.
Desde entonces las grandes empresas multinacionales debieron adecuarse a la normativa, que tiene como finalidad advertir a la población en los envoltorios de los productos comestibles sobre componentes que pueden ser nocivos para la salud, incluyendo en el etiquetado frontal un octógono negro con borde blanco que indica qué ingrediente lleva en gran cantidad.
El objetivo de esta iniciativa es “garantizar el derecho a la salud y a una alimentación saludable, brindando información nutricional simple y comprensible para promover la toma de decisiones asertivas y activas y resguardar los derechos de las consumidoras y los consumidores”, dice la ley, cuyo plazo para que todas las empresas sumen la advertencia vence el 20 de noviembre, tras solicitar un serie de prórrogas previamente; aunque en determinados casos de micros, pequeñas y medianas empresas, como así también de cooperativas enmarcadas en la economía popular y de proveedores de productos del sector de la agricultura familiar definidos por el artículo 5 de la Ley Nº 27.118, el plazo se extendió hasta mayo de 2024.
Noemí Álvarez, licenciada en Nutrición y secretaria del Colegio de Nutricionistas de Entre Ríos (Conuer), dialogó con UNO sobre el aporte que tiene hasta ahora el etiquetado frontal en los hábitos de consumo, y analizó: “Con respecto a la ley de promoción de la Alimentación Saludable estamos transitando la implementación. Tenemos antecedentes de que es de gran utilidad en base a la experiencia de Chile, que fue el primer país que implementó una norma de este tipo. Acá podremos verlo en cinco años, cuando se revalúe y se vea realmente si tuvo impacto, pero lo que advertimos hasta ahora es que ayuda muchísimo, porque gráficamente los consumidores identifican aquellos alimentos altos en sodio, altos en azúcar, altos en calorías”.
“Esta ley le da un tiempo a aquellos productores de medianas y grandes empresas a que puedan cambiar la formulación para que no sean alcanzados por los sellos negros, o que sean alcanzados por la menor cantidad posible”, añadió.
Por otra parte, recordó que además de la advertencia del etiquetado frontal, la norma contempla “otros pilares, como la publicidad, promoción y patrocinio” de aquellos comestibles que tengan un componente que pueda afectar la salud, y explicó: “Si el producto tiene al menos un sello, no puede tener ni un juguete ni un dibujito que incentive su venta, ni algún influencer o un famoso que lo promocione. Dentro de la venta no puede estar en una oferta. Por ejemplo, si el producto tiene un sello y yo de pronto me encuentro en un supermercado que tiene un 2×1, se estaría en un incumplimiento de la ley, porque no se puede promocionar un producto que tenga al menos un sello. Tampoco el producto puede ser parte de un patrocinio, por ejemplo, de eventos deportivos”.
Alimentación saludable
Álvarez observó que además de las contribuciones y los cambios de hábitos que trajo la ley de Etiquetado Frontal “hay más conciencia sobre el impacto que tiene la alimentación en la salud”, y subrayó: “Tengo 15 años de profesión y he visto una gran mejora en cuanto al autocuidado. Eso tiene que ver también con toda la transición que se viene haciendo en la Argentina. Tenemos muchas encuestas de nutrición y de salud, y a raíz de eso se tomaron muchas acciones de educación nutricional, tanto en escuelas primarias como en el nivel Inicial. Y dentro de la carrera de Nutrición tuvimos muchos cambios, todo vinculado con este camino que tuvo el país en políticas alimentarias”.
Asimismo, destacó: “Ya no se consulta tanto a un nutricionista para bajar de peso, sino que hacemos educación nutricional. Y eso también se puede ver, por ejemplo, en los gimnasios, en los grupos que hacen bici, donde la gente empezó a dimensionar que hay enfermedades prevenibles que se evitan con el cuidado. No solamente se ve el cuerpo como una imagen, sino que se busca estar saludable”.
Por su parte, la licenciada en Nutrición Cecilia Salerno, que trabaja en el hospital San Martín en Paraná, opinó que sin embargo “falta más educación nutricional” y refirió: “Se debería enseñar lo que significa el exceso de grasas saturadas, el exceso de azúcares, qué es lo que genera consumir todos esos productos, no solamente colocarlos en un rótulo. Habría que hacer un trabajo en conjunto con nosotros, que somos nutricionistas, porque hay desinformación, mucha manipulación de esa desinformación, y también muchos intereses por parte de las industrias económicas atrás de eso”.
En este marco, explicó: “Los productos diet, por ejemplo, o los llamados light, no son por ahí los más saludables. De hecho, como nutricionista siempre recomiendo una alimentación basada en productos adquiridos en verdulerías, carnicerías, y como mucho en dietéticas, en vez del consumo de ultraprocesados en los supermercados”.
“Todo lo que son los productos ultraprocesados, ya sean papas fritas, hamburguesas, galletitas y demás, van a tener siempre un alto contenido de grasas o de hidratos de carbono también para su conservación. O sea, todos esos productos necesitan una conservación especial. Es mejor consumir cosas naturales, como comerse un huevo hervido en vez de comer una galletita con queso untable”, concluyó.
Fuente: UNO